domingo, 3 de octubre de 2010

México, de nuevo culpable

El hombre es el más desnudo de todos los seres. No es nada más que voluntad, deseos encarnados, un compuesto de mil necesidades y he ahí que vive sobre la tierra abandonado a sí mismo, inseguro de todo, excepto de su miseria y la necesidad que le oprime. A través de las imperiosas exigencias renovadas a diario, los cuidados de la existencia llenan la vida humana. Con paso inquieto, echando en torno suyo miradas de angustia, sigue su camino en lucha con el azar y con enemigos sin número. Así va a través de las sociedades salvajes; así va ahora en plena vida civilizada. No hay para él seguridad alguna.
Schopenhauer, Dolores del Mundo.
Este viernes 1 de octubre, la Corte Interamericana de Derechos Humanos dictó dos sentencias condenatorias en contra del Estado Mexicano sobre los casos de Inés Fernández Ortega y Valentina Rosendo Cantú, indígenas guerrerenses violadas sexualmente por miembros del Ejército Mexicano. La condena a México es por haber violado el derecho a una vida libre de violencia; a no ser torturada; a la integridad personal de los familiares de las víctimas; a la protección de la dignidad y la vida privada; a las garantías judiciales y a la protección judicial. Básicamente, se trató de la responsabilidad del Estado para el esclarecimiento de la verdad de los hechos y su responsabilidad por la falta de atención médica oportuna y especializada en el momento de la presentación de la denuncia penal. Asimismo, la CIDH advirtió de igual forma, que el Estado mexicano incumplió la obligación de adecuar la ley interna con los tratados internacionales.

Dos sentencias, que esperemos, tengan ecos en los oídos sordos de servidores públicos (incluidos los servidores de la administración pública y algunos del mismo Poder Judicial Federal) que se han mostrado apáticos y sordos ante el eco de Organismos Internacionales que denuncian y condenan el abuso de parte de malos integrantes de esta noble institución como lo es el ejército mexicano. No nos queda más que confiar en la buena voluntad del gobierno mexicano para de una vez por todas, reparar los daños y violaciones a los derechos humanos ocasionados a este grupo indígena.

Quizá una de las principales dificultades en los últimos años, ha sido la incapacidad de los ciudadanos para contar con la información que nos ayude a esclarecer de manera debida y certera cada una de estas violaciones a los derechos fundamentales. Esto sin duda alguna, ha generado suspicacia y gran recelo de parte de la opinión pública, ya que si no se cuenta con información veraz y oportuna de parte del gobierno, se comienzan a generar un sinnúmero de especulaciones (que pudieran resultar ciertas o no) en torno a la indebida actuación de determinados miembros del ejército mexicano.

Es en estos momentos cuando debemos pensar hacia donde queremos dirigirnos como nación, tal y como afirmaba el nobel de literatura mexicano, no nos queda sino la desnudez o la mentira. Seguir con la mentira oficialista de que la actuación desesperada, y en ocasiones arbitraria, en contra del crimen organizado va por buen camino, es cuestión de un debate más intenso, pero quizá lo que en esos momentos falte, sea una discusión pública sincera y abierta sobre lo que estamos dispuestos a sacrificar como ciudadanos comprometidos y responsables de este malestar que nos aquejó por varias décadas de manera silenciosa, y ahora parece asomarse bajo todas las manifestaciones de desintegración social, estallidos criminales y desgajamiento del Estado de Derecho. Todos los siglos son este presente. Hoy más que nunca, ha llegado el momento de decidir si ese presente se va al abismo junto con las buenas desesperadas intensiones del gobierno, sin compromiso social, o si somos capaces de asumir nuestra responsabilidad de esa libertad amenazada.