lunes, 22 de marzo de 2010

El mundo está enfermo, le duele México





Esta mañana discutía un poco con los alumnos del Aula Real de Derechos Fundamentales que coordina un servidor. Les decía, más bien, les acusaba, (a ellos): ustedes son la "generación muerta", son el mismo nihilismo pasivo que predecía Nietszche, son hijos de la comodidad y de las pasiones terrenales, del conformismo y de la hecatombe final que derretirá nuestra fragil y desatendida estructura social que hoy desmorona las instituciones de este país; paradójicamente, son hijos nacidos de la democracia, pero ya no pelean por ella; nacieron en la libertad, pero siguen esclavizados a través de las estructuras modernas de cadenas mercantiles y sociales; son hijos de la posmodernidad, del amor líquido y del egoísmo exacerbado, amantes de la indiferencia y seductores del uso de la tecnología para placeres bizarros y supérfluos; dicen estar "conectados" al mundo, pero el mismo mundo les es indiferente, odian saber de él, y más cuando trae malas nuevas; navegan en la irrealidad y en la fantasía, les encanta mitigar el estres en alguna borrachera que los conduzca a ninguna parte; observan a la sociedad (si es que observan) y se tapan los oídos para no escuchar los gritos de lamento, oyen lamentos y ciegan su vista para no conocer quien será la nueva víctima del capitalismo salvaje y la política de mercado cosificadora.

Afortunadamente, no son los únicos culpables, compartimos una irresponsabilidad generalizada que venimos arrastrando por décadas, somos culpables de esta violencia, de este culto a la simulación y del maldito ninguneo que nos rodea, todo lo que sucede es producto de las generaciones que han habitado esta país, decía Octavio Paz: "Todos los siglos son este presente", y este presente no me agrada, más bien, me exaspera en todo momento; me duele ver que la Constitución se pisotea, que exista una política de Estado que institucionaliza la discriminación y cercena la equidad de género en ciudad Juárez, pero me duele ver más que haya una sorda indiferencia por cambiar esa realidad; me duele la inseguridad y el crimen organizado que se encarga de cooptar a jóvenes pobres y necesitados, que los recluta al puro estilo hitleriano para su causa, la del culto a la ilegalidad y el amor por el suicidio, que incluye la venta de su dignidad a seres sin conciencia, a personas que han decidido salir del contrato social para entrar a un mero estado de bestialismo y devolucionar en criaturas primitivas que juegan a la ley del más fuerte, a cansar a los poderes del estado; pero lo más triste, a debilitar a una "sociedad cansada" de violencia, a desmoronar la poca confianza que nos queda en el prójimo, a perdernos la esperanza entre nosotros; y claro que nos duele, como maestros, nos duele hasta el alma escuchar, incluso de pseudoprofesores, que es mejor saber tranzar que seguir el derecho, porque hacerlo significa ser lo bastante ingenuo para creer que éste se cumplirá como se debe; maldita sea la letanía absurda del que no tranza no avanza. Si esa es su concepción de país, que se larguen a otra parte, porque México no merece eso, o más bien, la mayoría de la gente que creemos en nuestra Constitución y en el respeto a los derechos y libertades fundamentales no compartimos que esa clase de filosofía barata deba seguirse en la nación que visualizamos para nuestras futuras generaciones.

Este año tan especial para todos los mexicanos, de festejo patriótico dual, donde recordamos a los héroes nacionales nos tocará a las nuevas generaciones definirnos como nación, quienes somos y hacia donde queremos ir, que proyecto de país deseamos y sobre que bases debemos construir nuestro futuro. Propongo transitar ese puente de integración cultural de manera pacífica, una profunda transformación cultural. Porque podremos comprar miles de tanques y bazucas para acabar con los "malos" que el día de hoy se apoderan de las calles y amenazan nuestra seguridad, pero el fantasma nos seguirá persiguiendo a donde quiera que vayamos, no será suficiente mientras siga existiendo el círculo vicioso y peligroso de reproducción de pobreza, hambre, exclusión social, extorsiones, clientelismos; la mejor medicina es la cultura. Ayudémos a definirnos a nosotros mismos día a día, respetando la Constitución como pacto social de los mexicanos, los derechos fundamentales como factor de integración cultural frente a todos los poderes: públicos y privados; a los derechos sociales como auténticos derechos y no como quimeras o privilegios de unos cuantos y obligatorios para el Estado, con la ayuda de los poderes resbaladizos del mercado que invocan la bandera del libre flujo de capitales para incumplir con ellos y convertir al individuo en un mero instrumento del capital económico, porque no hay cultura sin educación, no hay educación con hambre. El respeto a los derechos fundamentales es una buena solución a esta hecatombe. Porque el día de hoy el mundo está enfermo, le duele México. Creo que a todos nos duele, y hoy más que nunca, le sentimos profundamente.

2 comentarios:

  1. No podría estar más de acuerdo. Ojalá que al menos uno de tus alumnos del aula real haya sido alcanzado por esta reflexión.
    Saludos.

    ResponderEliminar
  2. Comparto el sentido de tus palabras, no hay duda que las condiciones actuales dejan mucho que desear. Sin embargo, nosotros también conformamos las grandes y largas filas de esa "generación muerta," no solo los jóvenes sino también -y esto es muy doloroso- los "mayores," maestros, políticos, abogados, criminólogos, ingenieros, sacerdotes, padres de familia...Somos todos o no es nadie, no es una o un par de "generaciones muertas," ¡son muchas! Acumuladas; este presente parece un cementerio. No pienso que el nihilismo pasivo conduzca a la aniquilación de la estructura social o las instituciones. Es un tipo de acción la que está desgarrando el tejido vivo del mundo, algunos le han llamado neoliberalismo, otros mercantilismo o consumismo, individualismo posesivo, da igual: es el capital-ismo. Quienes viven bajo su dogma nunca descansan, siempre se encuentran en movimiento, de aquí para allá van tragándoselo todo. Consumiendo y vendiendo comida, agua, aire, minerales, productos, servicios y en mayor medida, esperanzas, sueños, anhelos, seres humanos...vida. Son ellos y somos todos los que destruimos este mundo, ya sea mediante una actitud rapaz y salvaje o una pasiva y condescendiente.
    Todo esto nos debería de dar vergüenza y pena. Pero es la pobreza, la miseria, la polarización social y económica agigantada, la criminalización de los vulnerables, la que nos debería de doler. No una formalidad, no una cosa llena de abstracciones jurídicas y filosóficas, sino una realidad, nuestra realidad. No es ninguna alarma que muchas personas hayan decidido salir del contrato social, sino que muchas de ellas nunca han estado dentro. Nunca han gozado de las prerrogativas de ese “contrato social.” Siempre han estado fuera del “juego” y ahora queremos aplicarle nuestras “reglas.” Son muchos de nuestros políticos, empresarios, profesionistas, etc., quienes juegan a la ley de la jungla, siempre por arriba de la ley, poniendo al descubierto la verdadera naturaleza del derecho: el poder, la fuerza y la violencia. Asimismo, no hay diferencia en cuanto a fines perseguidos, entre un empresario, profesionista o político y un narcotraficante, todos buscan las mismas metas: casas y automóviles lujosos, dinero, cuentas bancarias, viajes exóticos, poder, reconocimiento social, incluso, la protección y ayuda a sus familiares: el “american dream” mexicano, o mejor dicho, el sueño del capital mundial.
    Falta espacio y esto podría extenderse mucho más, solo me queda decir que me adhiero un poco, solo un poco a la solución propuesta. El respeto a los derechos fundamentales no puede curar el mal radical inserto en el mundo, en cada uno de nosotros. El respeto no puede descodificar y recodificar el flujo capitalista. Los propios derechos fundamentales están territorializados por el capitalismo. La hecatombe es estructural y sistémica, no formal y subjetiva (u objetiva). El respeto es solo un paso, una fase, parte del camino a la solución. Pero no sabría decir con certeza cuál es la solución a este problema, tal vez haga falta reproblematizar la cuestión.
    Sigue en el camino estimado amigo, hermano, compañero, maestro, colega. Sigue compartiendo tus pensamientos e inquietudes, tus dolores y penas, alegrías y esperanzas que nos hacen mucha falta. Comparto tu sensibilidad y coraje ante nuestras enfermedades y dolores.Tu sabes bien que en mi tienes un compañero de lucha y reflexión.
    Con afecto y cariño
    Joaquín

    ResponderEliminar