domingo, 28 de marzo de 2010

México enfermo (Segunda Parte) (réplica a Joaquín González)

Hace unas semanas escribí unas líneas en relación con mi forma de percibir la realidad que actualmente vive el estado de Nuevo León (México), así como la manera en que los jóvenes y la sociedad en general han respondido a una de las más agudas crisis en la historia de este país. Recibí una crítica bien fundada de uno de los colaboradores y amigos del Aula sobre el desacuerdo en las soluciones propuestas por un servidor en aquella ocasión. Mi propuesta ante la falta de acción y ausencia de valores en la sociedad contemporánea, definida por el que ahora escribe como "la generación muerta", consistía básicamente en el impulso de una profunda transformación cultural, radicada en el consenso de los derechos fundamentales. Al respecto, en la réplica a esta entrada, Joaquín tildaba a los derechos fundamentales (según entendí) como: "una cosa llena de abstracciones jurídicas y filosóficas", advirtiendo además que: "la verdadera naturaleza del derecho es la del poder, la fuerza y la violencia", a lo anterior agregaba: "El respeto a los derechos fundamentales no puede curar el mal radical inserto en el mundo, en cada uno de nosotros. El respeto no puede descodificar y recodificar el flujo capitalista. Los propios derechos fundamentales están territorializados por el capitalismo".

Creo que en dicha crítica residen distintas imprecisiones metodológicas y conceptuales de fondo que me gustaría aclarar en este espacio. Me gustaría iniciar con la primera cuestión, que se relaciona íntimamente con el último punto de lo aquí transcrito en aquel comentario. Históricamente los derechos fundamentales han sido la lucha de las minorías contra de mayorías despóticas o arbitrarias que violentaban o alteraban el orden establecido y el confortable status quo de las élites que detentaban el poder político, económico y/o social de determinada comunidad. Incluso, para algunos autores, la idea de derechos fundamentales significó un paso gradual del capitalismo económico, ya que por medio de ellos se defendían los intereses de una clase burguesa e ilustrada, misma que propició las revoluciones liberales (americana, inglesa y francesa). Fueron los subsecuentes movimientos, principalmente durante el siglo XIX, como el socialismo y las revoluciones sociales, quienes dieron un tinte de universalización y generalización a los derechos. Incluso, remontándonos más atrás, en Inglaterra, los derechos proclamados por la Carta Magna de Juan sin Tierra tuvieron que pasar varios siglos para que todos los habitantes de aquél país pudieran gozar de las mismas prerrogativas que concedía dicho contrato celebrado entre los barones de la corona inglesa y el Rey.

Creo que la teoría de los derechos fundamentales (o si no es así, por lo menos las teorías más reconocidas así lo sostienen) está demostrado que los derechos en un principio han sido aspiraciones éticas que han sido impulsados por las revoluciones políticas y consagrados en textos para positivizarse y adquirir su vigencia ante el Estado, los cuales han sido límites progresivos que se han impuesto ante el mismo poder político, con la finalidad de proteger a quien es más débil política, económica o socialmente. Han sido esas "abstracciones filosóficas, políticas y jurídicas" las que le han otorgado sentido al Estado de derecho y al mismo principio liberal sobre el cual reposa el Estado Constitucional. La misma Declaración Universal de los Derechos Humanos es un claro ejemplo de la consagración de distintas aspiraciones éticas universalizadas.

En este sentido, no veo de que otra forma pudieran protegerse (legal y legítimamente) los derechos y bienes de los individuos ante la realidad a la que tanto hace alusión Joaquín, pues la solución más legítima creo que es la legal. Ahora bien, creo que lo que sí resulta complicado en estos tiempos es identificar ante quien estamos defendiendo o resultan reclamables nuestros derechos fundamentales, ya que las estructuras delictivas y corporaciones económicas han resultado ser más poderosas que el mismo gobierno, de tal manera que actualmente las violaciones más graves a los derechos fundamentales no provienen directamente del ámbito público, sino de los mismos particulares que salen de la esfera legal para desestabilizar las mismas instituciones o para gozar de la ausencia de control normativo que regule sus actividades.

Hace poco me decía un amigo, "tus derechos están en crisis, porque no hay quien los defienda ante el poder irrefrenable del crimen organizado, la solución está en el uso de la fuerza del Estado, a costa de lo que sea". Apruebo la primera afirmación, ya que ante las circunstancias actuales creo que los derechos sí se encuentran en crisis, pero con lo que no coincido plenamente es con la solución propuesta de imponer por la fuerza indiscriminada el orden y la seguridad públicas. Tal y como les digo a mis alumnos del Aula Real, imagínense que se encuentran jugando un partido de futbol, ustedes pertenecen al equipo de gente hábil y agil que se encuentra en excelentes condiciones físicas para driblar al contrario, ante su ustedes se encuentran sus contrarios, un equipo de gente robusta y fuerte, que acude diariamente al gimnasio, pero que no entrena asiduamente tal y como ustedes lo hacen, por tanto, carece de las habilidades que se requieren para ser un buen futbolista. Se celebra el partido y ustedes comienzan a meter los primeros goles, ya que gozan de excelente habilidad para el juego, ante unos rivales bastante malos, pero muy fuertes. Ante ello, sus rivales se ven desconcertados y comienzan a agarrarlos a patadas y a detenerlos con empujones y a meter el cuerpo indiscriminadamente. Viendo esta situación el árbitro decide no sancionar a los grandulones, debido a que entiende que existe en el juego una falta de equidad, pues ustedes son más hábiles, pero su equipo contrario adolece de la excelente habilidad y capacidad física que ustedes sí tienen, situación que ellos compensarían con su fuerza física. Entonces, para el segundo tiempo, ante la golpiza que recibieron de los más fuertes, deciden armarse de palos y navajas para compensar la situación. Para el final del partido los dos equipos terminan matándose los unos a los otros, ante el asentimiento del árbitro del partido quien ha consentido toda clase de actitudes tendientes a equilibrar las situaciones, debido a las debilidades presentadas en cada uno de los bandos. En esta lucha contra la ilegalidad, siempre nos encontraremos ante jugadores más fuertes física, política o económicamente, pero al árbitro del juego no le está permitido responder con ilegalidad, o al menos, creo que es uno de los principios dentro del contractualismo contemporáneo, sino manejar las situaciones con habilidad, astucia y profesionalismo, y si no es capaz de hacerlo, retirarse y dejar que alguien más actúe.

No quisiera parecer reduccionista en este gran debate, pero creo que resulta evidente que nos encontramos ante un problema de efectividad de derechos fundamentales, pues cuando salimos a la calle, actualmente el Estado es incapaz de garantizar derechos básicos como la seguridad, la libertad personal, el patrimonio, y en ocasiones el mismo derecho a la vida. No obstante, coincido ampliamente en que esto forma parte de una crisis más amplia, una crisis sistémica, tal y como señalaba Habermas en Problemas de legitimación del capitalismo tardío: una crisis de motivación, una crisis de legalidad y una crisis de racionalidad. Sin embargo, la solución creo que viene desde el interior de cada ciudadano y habitante de este país, a través de la concientización de sus derechos como un proceso de integración cultural, por medio de los cuales se sientan identificados. Precisamente, si no forman parte de ese contrato en el cual estamos porque han sido históricamente discriminados o marginados, este es el momento para incorporarlos y establecer diálogos que permitan gozar de los mismos derechos de los que gozamos todos los mexicanos.

Respecto a "la verdadera naturaleza del derecho", identificadas por Joaquín como el poder, la fuerza y la violencia. Creo que este debate excedería más allá de estas líneas, por lo que propongo retomarlo en otro momento, tomando en cuenta que existen actualmente corrientes que nos hablan en sentido contrario, sobre la legitimación de las decisiones judiciales en base a la argumentación, así como el uso de distintos instrumentos interpretativos del derecho. La concepción del Estado como el monopolio en el uso legítimo de la fuerza al estilo weberiano creo que es adecuada para distinguir desde el plano del discurso sociológico la actividad de éste, pero no para el derecho. En el caso de los derechos fundamentales el uso de la fuerza del Estado y el empleo de métodos o instrumentos para limitar los derechos fundamentales ha sido muy útil el principio de proporcionalidad del cual hemos hablado en otras ocasiones en esta Aula.

Los derechos fundamentales sí existen, no son una quimera ni una abstracción en desuso, inútil y vacía, son una realidad al igual que la violencia, la simulación y la indiferencia, de nosotros depende transformar estos derechos en procesos vivenciales que otorguen identidad a quienes se han sentido discriminados o excluidos en este país.

Rogelio

9 comentarios:

  1. Estoy completamente de acuerdo contigo. La analogía del juego de futbol me pareció extraordinariamente buena, y espero que haya cobrado sus efectos en tus alumnos.

    He aquí mi intento de criticar nuestra situación, sin hacer referencia a los DDHH:
    http://dag-dangeles.blogspot.com/2009/11/en-los-mejores-dias-del-gobierno-y-la.html

    Saludos,
    Darío

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  2. Rogelio ha compartido con la población cibernauta y de este pequeño debate abierto a todo su público. Cabe precisar algunos puntos antes de comenzar con mis argumentos: No estoy del todo en desacuerdo con las soluciones propuestas, únicamente con el último punto de las conclusiones: el respeto a los derechos fundamentales como eje vertebrador de la transformación social; las imprecisiones metodológicas y conceptuales se deben a la “naturaleza” del espacio, es decir, son comentarios informales, no disertaciones rigurosas formales, ya que se podría decir lo mismo de las argumentaciones desarrolladas por mi amigo Rogelio; y finalmente, partimos de distintas, y a veces, contradictorias fundamentaciones, nuestras referencias metodológicas y conceptuales son diferentes, así, este pequeño debate se puede convertir en toda una letanía de justificaciones y opiniones desencontradas. En este sentido, únicamente hago alusión a ciertos puntos que a mi parecer pueden ser controvertibles.
    Inicio con el comentario sobre la Historia de los derechos fundamentales en relación con las minorías. La lucha por dichos derechos no siempre han sido del fuero de las “minorías,” la Historia también nos ha mostrado que la querella por los derechos fundamentales son encabezadas y llevadas a cabo por una pequeña minoría, a la que Rogelio se refiere como las “mayorías despóticas,” que a menudo usan a las “minorías” para lograr sus fines. Hago un pequeño excurso sobre estos conceptos: las elites políticas y sociales nunca han sido mayoría, es una contracción lógica decir o insinuar que hay “élites mayoritarias,” a menos que se haga referencia a ellas desde la estructura social y no desde el plano sociológico cuantitativo, algo que no queda muy claro en el discurso. Las minorías tal como las entiende mi amigo Rogelio conforman la mayoría de la población mexicana y mundial, en vez de ello se debería de hablar de “mayorías marginadas” tal como lo sugiere Franco Basaglia.
    Sobre los derechos fundamentales y la conexión íntima con el capitalismo, no hay punto de discusión en ello, estos son formalidades y hechos territorializados por el capitalismo. Y he aquí un punto crítico sobre el tema. El capital (-ismo) necesita de la decodificación y recodificación de los derechos fundamentales para perpetrarse, la necesitó en el siglo XVIII y la sigue necesitando en nuestros días. Esto puede ser crucial para un análisis no sólo sociológico sino también jurídico. La incorporación de un aparato crítico que revele las contradicciones inherentes del derecho y sus ideales que promueve, un ejemplo de esto lo ha dado la economía política.

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  3. Subsecuentemente, Rogelio nos dice que: “…la teoría de los derechos fundamentales está demostrado que los derechos en un principio han sido aspiraciones éticas que han sido impulsados por las revoluciones políticas y consagrados en textos para positivizarse y adquirir su vigencia ante el Estado…” Me llama la atención el hecho de que se hable en un principio de derechos fundamentales y no de derechos humanos, esta distinción debió de ser aclarada anteriormente para fines “metodológicos.” De no ser así se puede decir que no todos los derechos per se han sido aspiraciones éticas impulsadas por revoluciones políticas, sino mecanismos ideológicos, o discursivos si se prefiere, que “encubren” las motivaciones y ambiciones de una clase de personas que se encuentran gobernando sobre otras. Y si se habla de “los derechos de las revoluciones” entonces no se intenta que adquieran vigencia ante el Estado, sino lo contrario, esos derechos son parte de la estrategia para acabar con ese Estado, y tal vez, conformar otra cosa. Los derechos fundamentales o los derechos humanos no son simplemente el límite impuesto ante el “poder político” (teniendo en cuenta que si estamos hablando de poder, forzosamente nos referimos a la política, poder y política son dos conceptos indisociables), ellos por si mismos conforman un “poder político,” o parafraseando a Michel Foucault: los derechos humanos son los mecanismos de poder por los cuales se le quita parte de este al Estado.
    Por otro lado, el hecho de que la Declaración Universal de los Derechos Humanos “consagre” aspiraciones éticas “universalizadas” (lo pongo entre comillas porque en realidad no lo están, son aspiraciones que viven en la creencia de muchos liberales) no quiere decir que estas dejen de ser abstracciones filosóficas, políticas y jurídicas, un papel no otorga la materialidad de un valor, son las acciones las que lo hacen, acciones que van más allá de procesos vivenciales, así, como diría Max Scheler: todo valor es en cuanto tal cuando se materializa. Lo mismo se puede decir del Estado de derecho y el Estado constitucional, aclarando que tanto uno como el otro son en sí abstracciones teóricas dentro de un ideario y una tradición filosófica política particular.
    Por otro lado, me parece ya un poco ideológico decir que nuestros derechos están en crisis, tal afirmación conlleva al supuesto de que antes no lo estábamos, y una de las principales características de los derechos fundamentales (y humanos) es que siempre están crisis, o dicho de otra manera, necesitan de las crisis para surgir. Estos derechos son la oportunidad o surgen con la oportunidad que ofrece una crisis. Dejemos este discurso infértil de la crisis como un problema, y dejemos de usar el término “crisis” indiscriminadamente (como lo hacen algunos empresarios y políticos para justificar sus acciones rapaces de animales de rapiña) o luego se dirá que la crisis está en crisis.

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  4. En cuanto al ejemplo y “moraleja” sobre “la lucha contra la ilegalidad” representada por un partido de futbol, se podría decir que como muchas analogías y lenguajes metafóricos, no refleja el estado de la cuestión. Supongo que el ejemplo alude al problema de la delincuencia organizada (como el narcotráfico) y la manera en cómo se la tiene que combatir. Entonces, los “hábiles y ágiles” son los “buenos” (ya sean funcionarios públicos, empresarios, grupos de asociaciones, particulares, etc.) y los “robustos y fuertes” son los “malos” (delincuentes comunes, organizados…pero ¿qué esta categoría no engloba a la de los “buenos”? entonces, los “malos” también pueden ser funcionarios públicos, empresarios, grupos de asociaciones, particulares, etc.). Lo que quiero dar a entender es que es muy complicado y difícil delimitar quien o quienes son los “malos del cuento;” contra quienes estamos “luchando.” En todo caso, no hay “bandos,” “buenos” y “malos,” esto no es un asunto de moral y estereotipos. El mismo problema sucede con el árbitro. Este “árbitro” no es una entidad separada del corpus social, imparcial o neutra. Todos somos parte de este juego y decir que hay rivales es tan trivial como decir que hay una crisis. Los roles propuestos en la metáfora del partido de futbol se pueden confundir y difuminar a voluntad o según sea el caso, no por una falta de estructura lógica del discurso, sino por la “naturaleza” del lenguaje metafórico y más aún, por la complejidad de la realidad social.


    Otro punto muy discutible que se podría poner en tela de juicio es el del “contractualismo contemporáneo,” esto también podría ser parte de otra discusión, ya que también existen otros “modelos” o maneras de representar jurídica y políticamente a la sociedad en su conjunto, como el interaccionismo simbólico y los modelos socio-jurídicos del conflicto.
    Por otro lado, en el comentario sobre su reduccionismo, indudablemente todo se resume a un problema de efectividad de los derechos fundamentales. No a problemas de crecimiento económico beligerante, a la acumulación exagerada de capital, o a un problema de subsunción real de otras formas de medios de producción o formas de expresión humana (lo cual es más preocupante). Pienso que hay que reconsiderar y “re-ponderar” este problema de “efectividad” que definitivamente es reduccionista. En este sentido, la crisis sistémica de la que Habermas habla, precisamente comienza o tiene su base radical, en el sentido kantiano del término, en la economía política. Y con esto se trata de desmentir y desmitificar las soluciones liberales individualistas. Los individuos no pueden cambiar una realidad social por sí mismos, no existe tal cosa como el individuo en una sociedad; el individuo que tanto pregona el liberalismo político es una “robinsonada” diría Marx, una ilusión (y Habermas sabe muy bien esto).

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  5. Mi estimado colega Rogelio adhiere a su solución “individualista” un comentario sobre el contrato: “Precisamente, sino forman parte de ese contrato en el cual estamos porque han sido históricamente discriminados o marginados, este es el momento para incorporarlos y establecer diálogos que permitan gozar de los mismos derechos de los que gozamos todos los mexicanos.” Cuando yo hablaba del “contrato” en el comentario anterior lo hacía en forma de crítica, este modelo político-jurídico produce “naturalmente” a sus discriminados y marginados, son un presupuesto básico de su existencia. El contrato social se hace para pactar con unos y dejar fuera a otros, esto es una tendencia que claramente la podemos designar como histórica, en eso no hay discusión. Pero como decía mas arriba, dejemos este punto para otro debate.
    En cuanto al comentario sobre “la naturaleza del derecho” y las nuevas corrientes que versan cobre la legitimación de las decisiones juridiciales en base a la argumentación, se está obviando que solo a unas personas se les permite “argumentar” e “interpretar el derecho,” si eso no es poder, entonces qué es. También existen algunas corrientes y teorías filosóficas, hermeúticas y políticas que hablan sobre la violencia y la fuerza usada al crear, interpretar, argumentar o designar una realidad (jurídica, social, política, económica, etc.) por medio del lenguaje; violencia del lenguaje que Heidegger ya había descubierto a principios del siglo pasado, y que pensadores como Derrida han ahondado prolíficamente, entre otros (Foucault, Arendt, Virgolini, Blanchot, Zizek, incluso juristas como Zaffaroni).
    Finalmente, nunca mencione que los derechos fundamentales fueran algo inútil o en desuso, (lo de quimera tendría que pensarlo más detenidamente) pero igual son abstracciones, lo cual no le resta importancia. Pero, como decía en mi comentario anterior, no pienso que sean la “cura” de nuestros males, los derechos fundamentales no pueden “curarnos” de las fallas sistémicas del capitalismo. Como lo dije anteriormente, los derechos fundamentales pueden ayudar a conseguir ciertas metas que conformen parte de la solución al problema, pero no son la solución misma del problema.

    Saludos afectuosos

    Joaquín

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  6. Cometí una omisión al principio del texto: "Me alegra mucho participar en este espacio de encuentro académico que mi estimado amigo Rogelio..."

    Una disculpa Roger

    Abrazos

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  7. Rogelio seguro estoy que serias avante en el concurso de ensayo caminos de la libertad de grupo salinas donde la base de la crítica “autónoma” será la no sugestiva introducción:


    -Muchos se oponen a la libertad en aras de los llamados “derechos colectivos”, pues piensan que el fin justifica los medios. Si se limita la libertad individual, afirman, se puede dar una mayor prosperidad a la colectividad

    La experiencia histórica señala, sin embargo, que el respeto a la libertad personal no es sólo la única manera de preservar la dignidad del ser humano, sino también la más eficaz para construir una sociedad más próspera ¿?-



    Saludos.

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  8. "actualmente el Estado es incapaz de garantizar derechos básicos"

    ¿Podría referirme algún momento dónde haya sido capaz?

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  9. No hay que ser tan pesimista, considero que desde el inicio del combate "frontal" e "ingenuo" al crimen organizado desde fines del siglo pasado por los gobiernos federales sin tomar en cuenta la capacidad de nuestros cuerpos policíacos (corrupción y negligencia), creo que la crisis se ha agravado más, pero tal y como lo asevera y advierte Joaquín, esto forma parte de una crisis (aunque no le guste a joaquín el término) más profunda: la ética, en donde los mexicanos hemos pasado a ser una generación muerta, que rinde culto al individualismo exacerbado, que acostumbra a ningunear al semejante.

    El problema de la efectividad y garantía de los derechos, forma parte de un problema más complejo, en donde ciudadano y gobierno tienen responsabilidad mutua. El problema ya no debería ser formulado en el sentido de si el Estado es capaz de garantizarnos nuestros derechos, sino, ¿qué haremos nosotros para exigir y hacer efectivos esos derechos que han dejado de respetarse por el Estado y los poderes de facto más poderosos que el mismo?

    Los derechos también forman parte de nuestra cultura. La efectividad de los mismos, por consiguiente, dependerá del grado de civilización que tengamos en nuestra sociedad.

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